Mi esposo y yo hicimos una excursión juntos el fin de semana pasado y bromeábamos diciendo que la caminata era básicamente una metáfora de cómo encaramos la vida. Al principio de la caminata, nos topamos con una bifurcación. Los caminos terminaban en el mismo lugar, pero uno subía directamente a lo que parecía ser la cima, y el otro era una colina suave con un sendero sinuoso. Nos miramos y ambos subimos instintivamente la empinada cuesta. Nos reímos de que a ninguno de los dos se nos ocurriría tomar el camino largo y gradual.
Durante el ascenso, reflexionamos sobre las decisiones tan difíciles que hemos tomado: tener hijos tan seguido, estudiar negocios mientras emprendemos un negocio y tenemos hijos, dirigir nuestros dos negocios a la vez, la extensa labor benéfica y política que realizamos, construir una casa mientras dirigimos negocios... y, aunque estamos increíblemente orgullosos de nuestros logros, reflexionamos sobre el coste que esto tiene para nuestro cuerpo y mente (agotamiento constante, no tener tiempo para sentirnos orgullosos ni disfrutar de los logros, preocuparnos por cómo nos presentamos a nuestros hijos cuando estamos tan exigidos) y empezamos a fantasear un poco con el largo camino. Poco después de esta conversación, alcanzamos lo que creíamos que era la cima, solo para darnos cuenta de que había otra cima más arriba.
Así que echamos un vistazo rápido y seguimos adelante, ansiosos por disfrutar de la mejor vista desde el punto más alto. Este proceso se repitió casi cuatro veces, y al llegar al cuarto vértice, al mirar a nuestro alrededor, nos dimos cuenta de que el valor de la altura se veía contrarrestado por el hecho de que caminábamos tierra adentro, así que, irónicamente, el pico más alto tenía la peor vista.
Nos dimos cuenta de que esos pequeños picos que se alzaban abajo eran, en realidad, los más impresionantes. Así que reflexionamos sobre qué representaban en nuestras vidas. ¿Cuáles eran esos pequeños momentos cumbre donde teníamos breves momentos de alegría y satisfacción, pero que rápidamente nos permitían centrarnos en la siguiente escalada? Puedo pensar en muchos puntos de inflexión en nuestros negocios, en nuestro matrimonio, con la compra de una casa. El nacimiento de nuestros hijos fue sin duda uno de esos momentos, ya que rápidamente vino seguido del deseo de que crecieran y durmieran toda la noche, que dejaran de usar pañales y que hablaran... ¿En qué momento nos detenemos a respirar aire fresco? ¿Es la cima una ilusión? ¿Qué perseguimos? ¿Es esta realmente la cima de la montaña?
Esta no es una historia triste. Amamos la vida y quizás sea la naturaleza humana, o al menos la nuestra, pero creo que fue una gran revelación y un recordatorio de que tu madre probablemente tenía razón: lo importante es el camino. Y aunque esta historia no tiene fin, aún no he muerto; decidimos tomar el camino más largo a casa.
- Ashley