Lunya - Cuando los límites se convierten en barreras para el autocuidado

Por Funmi Olagunju

Establecer límites saludables es una tarea enorme, en todos los sentidos imaginables. Si establecemos demasiados, parecemos rígidos y cerrados; si establecemos muy pocos, podemos esperar un tsunami de malestar emocional y mental. Todos necesitamos límites para proteger nuestra energía, pensamientos, relaciones, salud e incluso nuestro dinero. Pero ¿qué sucede cuando empezamos a crear límites que se convierten en barreras para nuestro autocuidado? Dado que el autocuidado es un proceso que dura toda la vida, debemos priorizar la autoamabilidad, liberando ciertos límites que ya no nos sirven antes de que creen barreras que nos impidan vivir una vida plena.

Encontrar un equilibrio para las conexiones sociales

Las amistades son colaboraciones, no contratos; sin embargo, muchos idealizamos excesivamente nuestras relaciones significativas. Nos decepcionamos cuando nuestros amigos se revelan imperfectos y humanos, una verdad universal. En lugar de dejar que las cosas fluyan de forma natural, impedimos que florezcan conexiones más profundas al no crear un espacio para que las personas encuentren su equilibrio natural en la relación.

Nunca olvidaré la ansiedad que sentí al intentar organizar mi fiesta de dieciocho. Fue una pesadilla cuando la gente (algunos de los cuales, admito, no conocía muy bien) empezó a faltar como fichas de dominó mal colocadas. Ahora, de adulta, tras haber tenido fiestas más exitosas, he llegado a la feliz conclusión de que podemos elegir a quién o a qué dedicamos nuestro tiempo y energía. Ciertas personas nos hacen brillar, y está bien ser más selectivos con nuestras invitaciones, ya sea a una fiesta o a nuestra intimidad.

Sin embargo, por el contrario, solemos establecer límites extremos en nuestra vida social, rechazando todas las invitaciones para dedicarnos tiempo a nosotros mismos. Sin embargo, construir relaciones es un aspecto importante del autocuidado. Y debemos asegurarnos de no aislarnos con límites ni excluir a los demás. Comunicar lo que deseamos de nuestras relaciones es fundamental para forjar los vínculos personales que apreciamos.

El derroche ocasional

Consentirnos, incluso en los pequeños momentos de nuestro tiempo, puede despertar sentimientos de culpa. Por ejemplo, podemos gastar demasiado en los lujos de la vida porque no hay mayor placer que comprar lo que nos hace sentir o vernos bien. Una vez, después de darme un capricho con un regalo de cumpleaños, me sentí orgullosa de las zapatillas que me había regalado. Pero pronto me di cuenta de que no las necesitaba en mi armario. Estaban ahí, acumulando polvo. Me critiqué por haberlas comprado y por no devolverlas cuando pude. Sentí que había cometido un error financiero y que estaba obligada a intentar sacarles provecho.

Pero, en última instancia, es posible crear límites financieros que nos lleven a una relación irreal con el dinero. Nos limitamos a presupuestos más prácticos y nos hundimos en una red de culpa cuando gastamos en deseos poco prácticos. Romper ese círculo vicioso es fundamental para el autocuidado. Todos sabemos que el dinero no compra la felicidad, pero llevar una vida estrictamente controlada por nuestra libertad financiera tampoco es sostenible. Debemos controlar nuestras finanzas y presupuesto, pero es importante darnos un gusto de vez en cuando, sin culpa.

Pulsando el botón de reinicio saludable

La presión por establecer un ritual saludable, ya sea tomar nuestras gomitas vitamínicas, aplicarnos productos de cuidado facial con regularidad, hacer ejercicio o preparar batidos, puede, irónicamente, dejarnos agotados. Reservar tiempo para un reinicio siempre es buena idea. Puede parecer anti-autocuidado, pero es importante darse un capricho: comer lo que quieras, leer ese libro que has pospuesto y dormir hasta tarde.

Además, escribir nuestras metas y límites siempre es una buena práctica. Esto nos permite cuestionar mejor nuestras verdaderas motivaciones, en lugar de enconarnos en el diálogo interno que critica duramente nuestras inseguridades. Así, podemos distinguir entre verse y sentirse bien y reconocer cuándo nuestro sistema interno no funciona correctamente. La esencia de establecer límites es revivir nuestra sensación de libertad en nuestra propia piel.

Creo que la incomodidad de establecer límites saludables radica en la culpa de irritar a los demás, incluyendo a nuestros propios encantadores. Sin embargo, una vez que nos damos cuenta de que nuestros sentimientos son válidos, como los de todos los demás, podemos ver los límites más como una elección colaborativa con nosotros mismos para desarrollar la vida que queremos llevar, y no como expectativas que nos imponemos a nosotros mismos de los demás. Y lo más importante, mirar hacia dentro lo suficiente como para registrar cuándo nos hemos envuelto en demasiados límites puede salvarnos de caer en una espiral de estrés y preocupación. El autocontrol es clave para desmantelar rutinas intensas, malos hábitos y expectativas poco realistas que hemos establecido para nosotros mismos y para los demás. Al final del día, el autocuidado se trata de cuidarnos a nosotros mismos. Nadie más puede definir lo que eso significa para nosotros. Mientras tanto, aceptemos que todos somos obras en progreso y que los límites son flexibles, no son perfectos ni están escritos en piedra.

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